El primer día en el campamento Iwia, los instructores dictaron la charla de cuerdas y sogas, que consistía en aprender a hacer nudos y posteriormente realizar una silla para nosotros mismos y realizar un salto de treinta metros desde un patín.
Alrededor de diez chicos fueron los valientes que después de ver una demostración realizada por los expertos se animaron a realizar el salto. Muchas eran las expectativas sobre lo que los valientes estudiantes iban a hacer. Antes de realizar el salto los chicos debían presentarse y decir por qué saltaría, la mayoría saltó por su familia, sus novios, sus amigos. A algunos les costó mucho esfuerzo y decisión dar el último paso pero no se arrepintieron para todos fue una experiencia increíble que requiere mucho valor y que no olvidar nunca por el sinnúmero de sensaciones que provoca saltar al vacío.
Fotografía: Rodolfo Sasig
Alrededor de diez chicos fueron los valientes que después de ver una demostración realizada por los expertos se animaron a realizar el salto. Muchas eran las expectativas sobre lo que los valientes estudiantes iban a hacer. Antes de realizar el salto los chicos debían presentarse y decir por qué saltaría, la mayoría saltó por su familia, sus novios, sus amigos. A algunos les costó mucho esfuerzo y decisión dar el último paso pero no se arrepintieron para todos fue una experiencia increíble que requiere mucho valor y que no olvidar nunca por el sinnúmero de sensaciones que provoca saltar al vacío.
Fotografía: Rodolfo Sasig
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